Corriente revolucionaria de izquierdas de Siria
 
 
Los acontecimientos de estas últimas semanas en Iraq con la toma de Mosul, segunda ciudad del país, que ha provocado la salida de más de 500.000 personas, y de otras ciudades por una coalición heteróclita de grupos reaccionarios compuesta principalmente por el Estado Islámico de Iraq y de Levante (EIIL), de exbaasistas y de jefes de tribus son la continuación de la larga agonía del pueblo iraquí desde 2003 e incluso antes desde muchos puntos de vista.
 
 
Hay que recordar, en efecto, que el país vivía bajo la sangrienta dictadura del clan de Saddam Hussein que había causado la muerte, el exilio y el encarcelamiento de varias decenas de miles de personas, sin olvidar el gaseo de los kurdos en 1988 en Halabja, un régimen que se había construido sobre un aparato represivo totalitario, que no aceptaba ninguna oposición política y o independencia sindical, y sobre bases clientelistas, tribales y comunitarias y no tenía nada de nacionalista como dicen algunos….
 
 
La razón principal sin embargo de la situación catastrófica actual en el país resulta de la invasión militar americana y británica de 2003 y de sus políticas sucesivas en el país, de las intervenciones de los países regionales, particularmente Irán y Arabia Saudita, que no han dejado de alimentar el fuego del comunitarismo como medio para hacer avanzar sus intereses y sin olvidar las políticas comunitarias y represivas del gobierno Maliki.
 
 
Pues contrariamente a lo que dicen algunos medios y “analistas”, los acontecimientos actuales en Iraq no son el fruto de un odio ancestral entre sunitas y chiítas que dataría de hace más de 1000 años, sino claramente resultado de políticas actuales.
 
 
Además de su invasión militar que provocó la muerte de un millón de iraquíes y el desplazamiento forzado de otros 4 millones y esto tras más de 10 años de sanciones inhumanas, la política de ocupación de los Estados Unidos está en el origen de la debacle actual: represión feroz de toda oposición política a la ocupación americana, aplicación forzosa de políticas neoliberales y represión de movimientos sindicalistas independientes, destrucción de las instituciones estatales (ejército, administración, sistema universitario, etc..), puesta en pie de un sistema político basado en el confesionalismo político como en Líbano y como base de construcción de las nuevas administraciones estatales, etc… Este último elemento provocará una guerra confesional terrible que opuso a grupos extremistas chiítas y sunitas entre 2005 y 2008, provocando una media mensual de 3000 muertos.
 
 
Al mismo tiempo, Arabia Saudita e Irán han apoyado grupos confesionales extremistas y reaccionarios para favorecer sus propios intereses, como en otros lugares de la región, particularmente Líbano y Siria.
 
 
El ascenso espectacular el EIIL y de sus aliados estos últimos meses hay que comprenderlo sin embargo en el marco de las políticas autoritarias y comunitarias del gobierno de Maliki de estos últimos años.
 
 
Hay en primer lugar que recordar las manifestaciones populares que habían sacudido el país a comienzos del año 2011 en la onda de los levantamientos populares de la región. Esto había comenzado el 25 de febrero de 2011 con el “Día de la cólera” que lanzaba un ciclo semanal de protesta los viernes en la mayor parte de las grandes ciudades del país. Las reivindicaciones eran diversas, desde la lucha contra el paro, que sigue siendo muy elevado, el deterioro o la ausencia de servicios como electricidad, la liberación de los presos políticos, a la oposición al conjunto del régimen comunitario instalado por la ocupación estadounidense. El movimiento estaba compuesto de personalidades de la sociedad civil, grupos feministas, sindicalistas, etc…
 
 
Las concentraciones populares superaron a veces las decenas de miles de personas, mientras que por ejemplo en la ciudad de Mosul, se había convocado una huelga general que empujó al gobernador local Atheel al-Nujaifi a apoyar las manifestaciones y a apoyar también la violación del toque de queda impuesto por el gobierno.
Las manifestaciones populares representaron un desafío serio al gobierno de Maliki, con numerosos políticos locales dimitiendo, entre ellos dos en Basora, y sobre todo las plazas en las que se desarrollaban las protestas se habían convertido en lugares de poesía politizada y espectáculos culturales, que se apoyaban en el rico patrimonio cultural de Irak.
 
 
El gobierno no ha tardado en reaccionar con una represión sistemática: gases lacrimógenos así como balas reales, la puesta en pie de numerosos check points, forzando en particular a la gente a andar durante horas bajo un sol abrasador para ir a plazas públicas generalmente de fácil acceso. Las fuerzas de seguridad prohibían igualmente que la gente llevara rotuladores, carteles y botellas de agua cuando iba a las plazas a manifestarse.
 
 
La consolidación política en el seno de la élite dirigente de Irak permitió sin embargo al primer ministro Nouri al-Maliki cooptar a los políticos locales disidentes como en Basora a la vez que continuaba la represión del movimiento popular.
Al mismo tiempo, el gobierno Maliki proseguía cada vez más una política comunitaria contra la población sunita. Se había negado en particular a integrar en el ejército a los Consejos del “despertar sunita” que habían combatido a Al Qaeda; había mantenido la ley antibaasista, puesta en pie tras la invasión americana contra los antiguos dirigentes cercanos a Saddam Hussein, pero utilizada sobre todo por el primer ministro iraquí para reprimir a todas las fuerzas políticas sunitas, mientras acusaba a importantes políticos de confesión sunita de apoyar a los terroristas, uso habitual de los regímenes represivos de la región para reprimir toda oposición como se ha podido ver en Egipto y en Siria actualmente. El gobierno de Maliki ha discriminado también de forma sistemática a los sunitas en el seno de la administración pública.
 
 
Durante el año 2013, un movimiento popular en las regiones de mayoría sunita había llevado a cabo una campaña de masas de resistencia no violenta contra el gobierno de Maliki, y particularmente las políticas comunitarias y autoritarias. Manifestaciones populares de masas y concentraciones tuvieron lugar en ese período reivindicando la liberación de los presos políticos, en particular las miles de mujeres detenidas, más empleos y mejores servicios públicos y la supresión de la constitución iraquí. Los y las manifestantes se oponían sobre todo a las “leyes antiterroristas” utilizadas por el gobierno iraquí para reprimir a los y las opositores con acusaciones de lazos con Al Qaeda o el partido Baas de Saddam. En esa época, dirigentes iraquíes chiítas del bloque del Consejo Supremo Islámico de Irak y del bloque de Moqtada al-Sadr, que tenían sus propios enfrentamientos contra el régimen de Maliki, habían expresado su solidaridad con esas manifestaciones compuestas en su casi totalidad por iraquíes de confesión sunita y habían amenazado con organizar sus propias manifestaciones. Desgraciadamente ninguna solidaridad transconfesional se materializó, ni interétnica, a pesar de las críticas y oposición de los grupos kurdos contra el gobierno de Maliki.
 
 
El gobierno de Maliki reprimió de forma sangrienta esta ola de protestas populares, como lo había hecho contra el movimiento del 25 de febrero de 2011 cuando Irak conoció manifestaciones populares por todo el país. Ha utilizado también tácticas sacadas directamente de la ocupación americana -barrios destruidos entera o parcialmente, detenciones masivas y tortura. La intensificación de la represión del gobierno Maliki ha llevado a una parte de los y las manifestantes y ciertos grupos a aliarse con el EIIL, que se opone al régimen iraquí por razones comunitarias, y este último ha ganado una importancia creciente en las regiones de mayoría sunita. El ejército iraquí, reconstruido sobre bases comunitarias por el gobierno Maliki y minado por la corrupción, era percibido cada vez más como un ejército de ocupación por las poblaciones en las regiones de mayoría sunita y por esta razón algunos han visto en su partida una liberación, pero sin considerar a los recién llegados como liberadores. Las prácticas del EIIL (imposición de leyes religiosas reaccionarias sobre la población, que afectan en particular a las mujeres, asesinatos comunitarios, autoritarismo, destrucción de objetos arqueológicos preislámicos, etc) serán, en efecto, muy probablemente objeto de resistencia muy rápidamente de las poblaciones locales, como ha ocurrido en Siria.
 
 
Por su parte, Maliki ha utilizado la amenaza comunitaria del EIIL para empujar a Sadr a organizar manifestaciones de apoyo al estado iraquí y para demandar el apoyo del gran ayatolá Sistani, la más alta autoridad religiosa chiíta de Irak. Maliki ha movilizado igualmente milicias sectarias chiítas para oponerse al EIIL.
La solución es por supuesto oponerse a las fuerzas reaccionarias yihadistas del EIIL, aliadas a las exbaasistas, pero también al gobierno Maliki con sus políticas comunitarias y autoritarias y las fuerzas reaccionarias que le sostienen. Esos dos actores se alimentan mutuamente y hay que derrotarles para esperar construir un movimiento popular social y progresista que se oponga al comunitarismo y permita salir a Irak de una pesadilla que ya dura demasiado.
 
 
Traducido por Faustino Eguberri de la versión publicada en francés el 26/06/2014 en: