Análisis | Iniciativa palestina ante la ONU
La iniciativa de Mahmud Abbas para el reconocimiento del Estado en sus fronteras de 1967 ha generado el debate dentro de la sociedad palestina. A falta de una mayor concrección, no ha llegado a articularse un «bloque del no». Los «peros» se centran en la representatividad de la OLP y la cuestión de los refugiados.La reunión de Nueva York permitirá visualizar a un Israel cada vez más aislado y enrocado que se aferra a la protección de EEUU y a un diálogo en el que nadie puede creer
Alberto PRADILLA. GARA
La propuesta de Mahmud Abbas para el reconocimiento del Estado palestino como miembro de pleno derecho en la ONU en sus fronteras de 1967 ha generado la adhesión de buena parte de la sociedad de los territorios ocupados y la diáspora, así como el apoyo mayoritario de la comunidad internacional. Nuevamente, la foto de Nueva York será la de un Israel cada vez más aislado y enrocado, que se aferra a la protección de EEUU mientras repite unos llamamientos al diálogo en los que ya nadie puede creer.
Sin embargo, el plan Abbas para el Estado 194 también ha generado el debate en sus propias filas. En el fondo, la misma discusión que pervive desde hace años. Por una parte, Al Fatah y algunos socios de la OLP, que defienden la ofensiva diplomática. Por otra, Hamas y la Yihad Islámica. Entre ellos, toda una amalgama de grises donde destacan los «peros» de buena parte de la sociedad civil organizada, que han extendido la discusión a sus redes de solidaridad dispersadas por todo el mundo.
En realidad, nadie ha tomado un posicionamiento excesivamente claro. El «todo o nada» que ha caracterizado las divisiones de los últimos años ha sido sustituido por un escepticismo sólo roto por esporádicas declaraciones. Obviamente, Al Fatah, la formación de Abbas, es quien abraza la iniciativa con mayor entusiasmo. Pero a ellos también se le han sumado buena parte de sus socios de la OLP, con quienes comparten despachos institucionales. En este contexto, la izquierda ha mantenido una posición prudente e incluso se ha escuchado alguna crítica por parte de miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Todo el mundo sabe (también Abbas), que ninguna declaración significará la victoria inmediata. Aunque la indefinición en la que se ha movido la propuesta, de la que apenas se conocen detalles, ha dificultado la creación de un bloque del «no». En principio, y mientras que no suponga una pérdida de derechos ya reconocidos, todo lo que sea aceptación internacional se considera un avance. Pero los críticos creen que Abbas no ha dejado suficientemente claro cuál sería el papel de la OLP en caso de que Palestina fuese aceptada como Estado o en qué lugar quedarían los refugiados.
Este último argumento es el esgrimido por el sector que más se opone a la inicitiva, donde se encuentran la Yihad Islámica y Hamas (aunque estos últimos se habían mantenido hasta el momento en un laissez-faire con críticas esporádicas). A medida que se acerca la fecha del discurso, ambas formaciones han elevado su tono. Fawzi Barhoum, portavoz de la resistencia islámica en Cisjordania, denunció que Abbas no cuenta con el resto de partidos e insistió en que ellos «no toman parte» en una iniciativa que, a su juicio, implica la renuncia al derecho al retorno de los refugiados. La Yihad Islámica, a través de su portavoz, Daoud Shihab, aseguró que la propuesta no generará ningún beneficio para los palestinos. Sin embargo, no se puede olvidar que el «plan 194» ya estuvo presente en las conversaciones de mayo, cuando se llegó a un acuerdo nunca implementado para el establecimiento de un gobierno de unidad en Gaza y Cisjordania. Para no tensar la cuerda en la Franja, las dos principales formaciones han acordado no realizar ningún tipo de manifestación, ni a favor ni en contra del presidente de la Autoridad Palestina.
Paradójicamente, otro de los que se ha mostrado reticiente es el primer ministro palestino, Salam Fayyad. Aunque, en su caso, lo que teme el ex funcionario del Banco Mundial es que una postura que enfade a EEUU complique las cuantiosas ayudas que Washington destina a Ramallah. Un ejemplo de una situación confusa y que podría variar si la solicitud de Abbas se estanca en las oficinas del Consejo de Seguridad.
El último sector que ha manifestado sus «peros» sin llegar a oponerse frontalmente es la sociedad civil organizada. Grupos como el BNC (Comité Nacional de la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones), Stop The Wall o Badil (de defensa de los derechos de los refugiados) han dejado claras sus líneas rojas: la OLP seguirá representando a los palestinos y los derechos de los exiliados son innegociables. Todas ellas, cuestiones que todavía están por explicar. Hasta que no se delimiten las consecuencias prácticas de la iniciativa, el debate seguirá basado en intuiciones.
Abbas, a dos votos de forzar a EEUU a vetarle en el Consejo
Los diplomáticos palestinos tienen en el bolsillo el voto de siete de los quince miembros del Consejo de Seguridad que tendrán que decidir sobre su aceptación como Estado de pleno derecho. El ministro de Asuntos Exteriores de la Autoridad Palestina (AP), Riad Al Malki, aseguró ayer en Nueva York que ya han obtenido el «sí» de Gabon, por lo que necesitarían otros dos avales para lograr el reconocimiento, que solo sería impedido si EEUU (o alguno de los miembros permanentes) lo impide.
La administración que dirige Barack Obama, alineada con Israel, ya ha advertido de que se opondrá a la solicitud de Mahmud Abbas, pero teme que el veto perjudique su imagen ante el mundo árabe, por lo que no esconde su preferencia por que los palestinos no obtengan los votos suficientes o sean rechazados por otro de los países con derecho a veto. Así no tendrían que verse forzados a escenificar su apoyo incondicional al Estado hebreo.
«El tener esos nueve votos podría cerrar el camino a Estados Unidos», aseguró Al Malki, que confió en poner en aprietos a Washington. A nadie se le escapa que un veto en esta situación perjudicaría enormemente los intereses de Obama en la región. Un extremo reconocido incluso por el gobierno israelí.
«El estatus diplomático de EEUU se verá afectado, primero, como mediador del conflicto y, después, en el mundo árabe», reconoció ayer mismo un alto funcionario israelí que no quiso identificarse ante la agencia Efe.
La decisión, ahora, está en manos de quince Estados: los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, Gran Bretaña, Estado francés, Rusia y China) y Bosnia, Brasil, Colombia, Gabón, Alemania, Portugal, India, Líbano, Nigeria y Sudáfrica.
En caso de que la propuesta no pasase el trámite del Consejo de Seguridad, los diplomáticos palestinos podrían recurrir a la Asamblea General, donde solicitarían incrementar su estatus. Ese estatus es el mismo que tiene ahora el Vaticano o el que tuvo Suiza hasta 2002, y para lograrlo se debe lograr la aprobación por la mayoría de los votos en la Asamblea General. Por el momento, ya tienen el apoyo de más de 120 países de los 193 que componen el órgano, tal y como muestra el mapa aproximativo ubicado en la parte superior.
Lo que no se conocen son los plazos en los que se tomarán las decisiones. «No hay tiempos ni mínimos ni máximos. Todo depende de los Estados miembros», aseguraron ayer a la agencia Efe fuentes de la ONU, que explicaron que la única fecha segura por el momento en todo el proceso es la del viernes. Ese día será cuando Abbas, presente la solicitud de ingreso al secretario general, Ban Ki-moon, tal y como el líder palestino confirmó el lunes en su primera jornada de encuentros diplomáticos previos a los debates.
Una vez que la solicitud llega al Consejo de Seguridad, sus quince miembros tampoco tienen marcado límite temporal alguno para tomar una decisión y, según las fuentes consultadas por Efe, además deben decidir si crean un comité para analizar la solicitud o bien se posterga el análisis. El mecanismo habitual es crear ese comité, que sería el encargado de estudiar la solicitud de ingreso y a partir de ahí redactar una resolución recomendando la aceptación, que después sería sometida al voto de los quince miembros del Consejo de Seguridad.
GARA
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