Artículo de Borja Cabo y Xabier Aguirregabiria sobre la actual situación en los Territorios Ocupados Palestinos

Las ultimas provocaciones de Israel: continuidad expansiva y colonización cultural.

Las últimas decisiones por parte del gobierno israelí de proclamar patrimonio cultural propio determinados enclaves especialmente significativos para la población palestina, si bien pudiera no modificar sobre el terreno en algunos casos la situación ya consolidada (en el caso de la tumba de Raquel en Belén, aunque no se haya patrimonializado hasta ahora de forma explícita, para los Palestinos lleva ya mucho tiempo siendo así) supone un esfuerzo estratégico de colonización del imaginario cultural y simbólico, herramienta con la cual también se deshilachan, conquistan y aniquilan los pueblos.

En otros lugares como la Mezquita de Ibrahim o Tumba de los Patriarcas en Hebrón, compartida durante años por el fuerte contenido simbólico para ambos pueblos, se ha prohibido desde hace semanas la entrada de los árabes, mientras que al mismo tiempo se ha permitido y protegido una celebración por el decimosexto aniversario de la matanza del médico israelí de origen estadounidense Baruj Goldstein, quien el 25 de febrero de 1994 mató, con su arma reglamentaria, a 29 palestinos que estaban rezando en el interior de la mezquita de Abraham.

La provocación atenta intencionalmente contra los lugares de reconocimiento de lo colectivo y contra los rituales de conmemoración. Lugares vetados para el recuerdo, nueva abolición de los símbolos que permiten a un pueblo al menos reconocerse y reconciliarse con su historia, como la nueva ley israelí que prohíbe a los palestinos expresar luto y dolor el 15 de mayo, día de la Nakba.

En Jerusalén continua la expansión descarada de colonias, y la expropiación de viviendas; las manifestaciones se suceden para testimoniar los desahucios una vez se notifican estos. El Ayuntamiento de Jerusalén tiene previsto demoler 88 viviendas palestinas en el barrio árabe de Siluan, en el este de la ciudad, para levantar en su lugar un parque arqueológico. Se tratará de una de las operaciones de demolición más importantes desde que la entidad sionista anexionó, en 1967, el sector oriental de Jerusalén, tradicionalmente árabe. A su vez, planea construir otras 600 viviendas en Jerusalén Este a pesar de que a finales del año pasado la Corte Internacional de Justicia (CIJ) declaró ilegal un plan urbanístico similar en la parte oriental de la ciudad. Por otra parte, las excavaciones arqueológicas avanzan premeditadamente ocupando también el subsuelo, como metáforas, ya que mientras se perfora la ciudad vieja (existen tours de hasta hora y media de visita subterránea) ésta se va derrumbando, pasando a estar bajo el control del gobierno israelí pues deniegan cualquier permiso de rehabilitación a los árabes. El Gobierno ha anunciado el cierre inminente de la Puerta de Damasco durante dos años por dichos trabajos arqueológicos; esta puerta es el principal acceso a la ciudad vieja para los árabes y es donde se encuentran concentrados el grueso de sus comercios.
En Al-Aqsa, se prohíbe el paso a los menores de 50 años y hace más de una semana que se repiten las movilizaciones y enfrentamientos.

El leitmotiv patrimonial (una forma más aséptica y eficaz de expulsión) legitima la expropiación de enclaves de identificación para la población palestina. Por supuesto, estos últimos movimientos de la entidad sionista vuelven a violar directamente diferentes artículos de la legalidad internacional (como sucede con las colonias sionistas en Cisjordania y Jerusalén) tales como: el artículo 1 de la Convención de La Haya para la protección de los bienes culturales en caso de Conflicto Armado de 1954, el artículo 9 del Segundo Protocolo de la misma Convención, o el artículo 147 de la Convención de Ginebra de 1949. Lo cierto es que, a día de hoy, resulta inútil ampararse en una legislación que sólo se cumple cuando atiende a los intereses de las grandes potencias. Como muestra, cabe recordar que Israel en sus apenas 62 años de ilegal existencia posee el honor de ser el estado que más veces ha incumplido las resoluciones de las Naciones Unidas, sin que ello le haya impedido alcanzar recientemente acuerdos preferenciales con E.E.U.U o la Unión Europea.

En Beit Sahour, barrio perteneciente a Belén, la que fue base militar primero jordana y después israelí de Oush Grab, convertida desde Agosto de 2008 en un parque palestino de disfrute público, se recoloniza a palazo limpio, tras sucederse ataques de colonos extremistas con el fin de recuperar la zona. El gobierno israelí se hace eco de dichas protestas y no sólo destruye el parque, sino que donde supuestamente iba a levantar una torre de control, comienza a construir un nuevo asentamiento. Si lo consideramos de forma aislada, se trata de un atropello abusivo más; sobre el mapa, una calculada jugada estratégica que supone a efectos prácticos, que la zona de Belén va estar rodeada completamente por 12 asentamientos, la colonia israelí de Har Homa, y una carretera de circunvalación hacia el sur, lo que imposibilita la expansión de los árabes.

Parecieran aunarse las condiciones que aun con menos provocaran otrora, levantamientos populares como las dos anteriores Intifadas. Peligroso sería jalearla sin embargo obviando todo un proceso de desgaste e incluso proyectando nuestra incapacidad internacional como potencia que ha permitido que se vuelvan a dar lugar las peores condiciones de la zona en años, caldo de cultivo de insurrecciones legítimas y necesarias.

El descaro de la provocación responde a la impunidad de Israel, y a su certeza de imposibilidad de levantamiento del pueblo palestino. Certezas sembradas a base de algunos minuciosos mecanismos de partición de la sociedad palestina, capturando sistemáticamente a sus líderes de base por ejemplo, deslegitimando el proceso democrático tantas veces exigido, u otros más efectistas como la aniquilación a bombazos del pedazo de territorio más densamente poblado de la tierra, conocido como la Franja de Gaza.

Por su parte, Abbas al frente de la ANP, recientemente salpicado por nuevos casos de corrupción y chantaje sexual por parte de altos cargos de su partido, documentados con pruebas audiovisuales aireadas en la televisión israelí, encara su última etapa en el gobierno retomando la vía muerta de las negociaciones (indirectas en este caso) como en un desesperado intento por apuntarse un tanto en un haber desierto durante todo su mandato; negociaciones, que mientras no cimenten su base sobre el cumplimiento de la legalidad internacional, seguirán constituyendo un falso reclamo y desvío de la atención bajo el amparo del ilusorio paraguas del “Proceso de Paz”. El resto son diferentes formas de normalizar la masacre de la población autóctona. De fondo las pugnas internas de reestructuración de Fatah, tratan de salvarlo de su putrefacción

Y finalmente la población palestina, desgastada y desmoralizada hasta la indefensión, afronta la resistencia debilitada y descoordinada en ocasiones, y a sabiendas de que las consecuencias serán más duras que nunca, aunque no por ello cesan. Pese a que los medios israelís e internacionales no las recojan, las protestas se suceden a diario en las zonas más conflictivas y no se trata de cuatro jóvenes radicales como decía el jefe de la policía israelí en Jerusalén el pasado viernes. La campaña del Boicot y sus exitosos impactos, se ha hecho un hueco necesario en la agenda común de las organizaciones y de determinados partidos palestinos. El alcance y duración del impacto de dicha resistencia, depende en parte de su capacidad (y la nuestra apoyándoles) de recomponer sus organizaciones de base, más allá de los intereses partidistas que poco a poco amplían su grieta de separación interna. La retrasmisión y difusión de su lucha, depende de nuestra capacidad para hacernos eco de la misma, y de nuestra escasa valía democrática para exigir a nuestros Gobiernos que no se les olvide. Aún así, mientras los gobiernos apoyen y toleren la Ocupación y el Apartheid, nuestro papel como sociedad civil nos obliga a continuar llamando y apoyando la campaña BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) que ya cosecha más éxitos en su corta trayectoria de los que su homónima suráfricana logró en los mismos tiempos, y que es una de las herramientas de mayor presión para un estado, el sionista, que parece no atender a ninguna otra cuestión que no sea la meramente económica.

Borja Cabo y Xabier Aguirregabiria, SODePAZ.